martes, 13 de mayo de 2008

Naves decadentes


El inventario de las naves, de Alexis Iparraguirre, es el ganador del Premio Nacional PUCP 2004. Libro de cuentos muy bien trabajado tanto en el nivel del lenguaje como en el de la estructura. Respecto al primero, es importante destacarlo pues en todos los cuentos trata este aspecto de una manera poética, lleno de figuras, que desafía la imaginación del lector; sin embargo, como relata la historia de un barrio lleno de excesos, también encontramos un habla de la calle, un lenguaje más cercano a la realidad de todos los días. La estructura es también destacable ya que los cuentos están muy bien ordenados pues -aun cuando no relata una sola historia- todos ellos se concatenan por hilos conductores que veremos más adelante, siguiendo además un orden lógico respecto a la última desgracia. Los temas recurrentes nos muestran la decadencia del género humano representado en un barrio costero en el que el alcohol, el sexo y, sobre todo, las drogas son los elementos más importantes, pero que a la vez son tomados por los personajes, incluso los ancianos, con normalidad, no se exaltan ni se sorprenden por el uso desmesurado de estos elementos.
Las historias que nos presenta El inventario de las naves no solo se vinculan porque nos hablan de un mismo barrio ni porque en todas ellas haya la presencia de la misma droga que “te hace ver a Dios” llamada menos, sino porque desde el primer cuento está presente la sensación de que algo va a suceder, una desgracia. Además, la presencia de los locos es una constante en los relatos, tanto así que uno se pregunta quiénes son estos orates, ¿No son todos? En el primer cuento, “Sábado”, la premonición de la desgracia la viven todos en el auge de una fiesta en la que el alcohol, pero sobre todo el menos, provocan alucinaciones grupales en los personajes. En el cuento siguiente, “Hombre en el espejo”, tenemos a una muchacha que ve a un hombre en el espejo de su cuarto y es él quien le avisa de un viento que está acercándose, este cuento también nos presenta la idea de que la soledad también se puede dar estando en grupo. El tercer cuento, “La Hermandad y la Luna”, nos relata algunos días de tres niños genios que en sueños, en las cartas y en su realidad ven el desastre final, además, en este cuento aquel desastre está más cerca pues incluso las noticias avisan de un cambio climático importante. Este cuento se podría considerar como el inicio del final, puesto que en sus últimas líneas da la idea de que la desgracia ha llegado. El cuento central es el que da nombre al libro, en este relato encontramos a un asesino en serie que mantiene ocupados a tres investigadores durante varias noches de tormenta (algo muy raro en este barrio costero) quienes, junto con los lectores, se enteran de lo que está sucediendo hacia el final del relato.
Los cuentos hasta aquí mencionados podrían formar una primera parte en la que la expectativa propuesta es cubierta; en los siguientes, la expectativa es otra pues ya la desgracia sucedió, entonces ahora queremos saber cómo quedó todo, qué pasó con el barrio. Con este propósito, “Proximidad del huracán” nos describe ese barrio que, además, está a la espera de otro huracán tan fuerte como el primero, lo que no impide al grupo del barrio seguir en su decadencia, en su vida monótona de sexo, alcohol y drogas. “Orestes”, es aún más crudo que los anteriores pues nos presenta la realidad del barrio arrasado, en el que los personajes han perdido la noción de la realidad y solo viven sobreviviendo. El último cuento, “El Francotirador”, nos presenta a un justiciero que tomó en sus manos la venganza del mundo, para quien los orates no merecen vivir.
Notamos, de esta manera, que existen varios hilos conductores entre todos los cuentos, en los que la expectativa y el suspenso mantienen al lector pegado al libro y siempre queriendo saber más. Sin duda, Alexis Iparraguirre ha creado un libro de cuentos fantásticos cuyo mayor mérito es que las historias relatadas se vean posibles y reales.

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