miércoles, 15 de octubre de 2008

Producción nacional en la televisión: el fenómeno de la carnavalización audiovisual

s probable que la televisión ayudara mucho a que la cultura popular empezara a salir a la luz pública de forma que se podían observar telenovelas en donde la empleada del hogar tenía amoríos con el dueño de la casa (o el hijo del dueño), el cual dejaba a su prometida o esposa por aquella joven y humilde mujer. Moralmente, dicho acto es condenable pues rompe con el núcleo de la sociedad: la familia. Pero las telenovelas reflejaban también otra cara de la moneda que se dejaba lucir más: el del amor sin barreras, la fuerza de dos amantes que a pesar de los infortunios que caen sobre ellos siguen juntos por azares del destino.

Bajo esta perspectiva, las telenovelas son el reflejo de una moral caduca, son producto de una sociedad en donde el orden es tergiversado; el amor es desvirtuado en su concepción natural, y se toma de ella sólo las sensaciones más superficiales como la pasión descontrolada y la falta de razón. En realidad lo que surge es un reflejo del problema cultural que vive la sociedad en donde se desarrolla este fenómeno, el cual es conocido como parte de la carnavalización, aquel momento en donde se disuelven las líneas que separan los estratos sociales para dar paso a la inversión de los papeles. En dicho momento; es decir, en el momento del carnaval, todo es permitido y se evidencia en las telenovelas siendo éstas el producto, entonces, de la carnavalización de los elementos aceptados por la tradición en una sociedad determinada, y su elevado índice de demanda se debe a que la aceptación de lo popular es dada y necesaria en todas las sociedades que lo presentan.

martes, 14 de octubre de 2008

La paradoja del (…)amor

a condición humana de vez en vez nos somete a diversos misterios, pero hay un particular sometimiento -la paradoja asesina de la razón- que nunca se enajena y cuyos detalles no están escritos, no han sido corroborados y mucho menos pueden ser humanos; sin embargo, nos seduce y salimos de ésta detallada realidad para luego volver con un sin fin de cuestionamientos, un vendaval de emociones muy posiblemente y casi siempre indirectamente proporcionales, quizá por esto sea esta paradoja lo que más nos amilana como seres humanos. Y es que no podemos negar que alguna vez nos hemos encontrado, nos encontramos o nos encontraremos con la frente sobre las rodillas, con la mirada transparente, la garganta acartonada y hasta nuestra sombra enajenada por no decir espantada de la paradoja que nuestra condición humana está destinada a “melancoliar”. Incluso la razón está herida y empieza a funcionar de terrible manera, quizá queriendo ocultarse bajo la sombra que no encuentra y es así como empieza a apretar de cuando en cuando con los recuerdos, retratándonos en una espantosa mirada y una preciosa sonrisa que no pueden ser habitables en nuestra pequeñísima y débil condición humana. Nuestra esencia es como una brisa, un sueño o un devaneo que no se disipa y se muestra en una sonrisa que dibuja fielmente toda la ira contenida (sí, paradoja, otra vez).
La paradoja nos envuelve en su crimen y somos tan débiles que hemos sucumbido en ¿amor o desamor? Ya no importa cual sea la razón, ni la opción; nosotros ya hemos sucumbido ante la paradoja que nos dará la vida para luego arrancárnosla o nos arrancará la vida para luego darnos otra, sea cual sea la dialéctica de la paradoja, siempre miraremos hacia atrás e intentaremos disparar el pasado, apuntando a la razón o a la desilusión, qué más da, ambas están muriendo, nuestra esencia está emergiendo y no nos podemos negar, nuestra escasa condición humana es débil: no podremos enfrentar a la paradoja del (des) amor.

Muestra del festival


El decimosegundo festival de Lima que comenzó y terminó en agosto nos ha dejado grandes muestras del cine que se está realizando ahora en Latinoamérica, además hemos podido ver muestras de cine de varios países del mundo.
Cada año, este festival nos permite sumergirnos en una buena parte del cine independiente más próximo, el de Latinoamérica. De esta manera hemos podido encontrar realizaciones que no necesariamente siguen los parámetros establecidos por el cine comercial y buscan innovar.
Entre las películas más destacadas del festival nos encontramos con: Juego de escena de Eduardo Coutinho, Leonera de Pablo Trapero, Tropa de élite de José Padilla, Ainda orangotangos de Gustavo Spolidoro, La mujer sin cabeza de Lucrecia Martel, Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo de Yulene Olaizola, entre otras.
Sin embargo, este año decepciona la ausencia de la sección de operas primas, que nos mostraba el trabajo de novísimos directores y donde estos tenían un espacio para mostrar sus filmes y demostrar que el cine en Latinoamérica está cada vez más vivo.
La película Arritmia que se incluyó dentro de la Muestra de Valencia y que fue exhibida por el Centro Cultural de España, es una muestra del cine de calidad que podemos encontrar en el festival.
Arritmia nos cuenta la historia de Alí (Rupert Evans), un personaje que vive entre la realidad y la fantasía. La película comienza mostrándonos a Alí como un prisionero de guerra que ha logrado escapar de la prisión de Guantanamo. Más adelante, este personaje tratará de encontrar en Manuela (Natalia Verbeke), un equilibrio entre esa realidad y esa fantasía que tan frecuentemente se mezclan. Sin embargo, al final de la historia cuando la realidad le hace frente, la situación para Alí cambiará duramente.
Conocida también como Guantanamero, esta película del director Vicente Peñarrocha demuestra que este realizador continúa produciendo formidables trabajos tales como su opera prima Fuera del cuerpo, que obtuvo dos premios en el Festival de Málaga.
Siendo Arritmia la segunda película de Peñarrocha y viendo la calidad de su trabajo anterior, este director español nos invita a estar muy atentos con sus próximas realizaciones

AHORA SÍ... ¿LA MUERTE DEL AUTOR?

Lo que habría parecido ficción en determinado tiempo y espacio hoy parece ser una realidad ciertamente desconcertante, por lo menos para algunos. Y es que para comienzos de este año, en enero, la editorial rusa Astral SPb, de San Petersburgo, anunciaba al mundo la publicación de la primera novela escrita por un ordenador. “Amor verdadero” es el título provisional de esta novela. El autor: un programa llamado PC Writer 2008, que en sólo tres días terminó la escritura de esta obra. La historia, ambientada en los tiempos actuales y que tiene como escenario una isla desierta, está basada en los personajes de la novela de Tolstoi, Anna Karenina. A este programa se le ha podido implantar no sólo una gramática perfecta sino también todo un estilo basado en el vocabulario, el lenguaje y las herramientas narrativas de 13 escritores rusos y de otros países, de los siglos XIX y XX. Bastó entonces programar ciertos ejes temáticos y ciertas pautas como el vocabulario, los rasgos físicos y el perfil psicológico de los personajes para hacer que una computadora realice todo el trabajo y reemplace la pluma humana, entregando resultados, además, exorbitantemente rápido. Luego de una primera lectura, los editores indicaron algunos cambios, por lo que sólo se tuvo que variar ciertos datos iniciales y esperar sólo tres días más para tener ya una segunda versión definitiva de la novela. Con la nueva versión aprobada, se ordenaron 10 000 copias para lanzarlas al mercado.
Finalmente asistimos al aplastamiento del ser humano por la inmensa máquina del comercio. Los editores han buscado y encontrado la forma de poder librarse de ese odioso ser que es el escritor, aquel quisquilloso sujeto con ideas y opiniones propias, quien a veces se retrasa con la entrega de sus escritos, haciendo perder tiempo y dinero, o que suele poner peros y censurar alguna alteración espantosa contra sus páginas, ése que es el culpable de los dolores de cabeza de los hombres tras el despacho: Fácil, no se le necesita más. Ahorrémonos ese tedioso y problemático trato humano y fabriquemos nuestro propio escritor, a pedido, señores, el más dócil y eficiente productor de libros y baratísimo, además.
Esta publicación traía consigo, en medio de las numerosas opiniones en contra por parte de escritores y críticos, grandes esperanzas de la confirmación del triunfo de la independencia de las casas editoriales. Se vería si los lectores respondían bien o no ante la presencia en los aparadores de las librerías de este nuevo libro, hijo de la tecnología y ya no de un ser humano y su complejo y riquísimo universo. Algo sí podríamos decir ante esta expectativa: Si la comunidad lectora provoca que el tiraje de esta novela se agote rápidamente no debe entenderse esto como aquella ansiada confirmación. Se deberá, básicamente, a la novedad que implica el que este libro sea la primera novela escrita por una computadora y si los editores no entienden esto y se lanzan a repetir el plato una y otra vez muy probablemente irán viendo el sistemático descenso en sus índices de ventas. Si, por el contrario, el público rechaza de plano este libro tendríamos, en cierta forma, el mismo escenario que el caso anterior: sería el suspiro de alivio y la sonrisa para los que aún tenemos fe en que, habrá llegado la hora en que la tecnología pueda hacer casi de todo, pero no ha de llegar la hora en que el ser humano deje en manos de un programa de computadora el sin igual hecho de sentarse a leer una novela, de entregarle a una obra el permiso de jugar con sus emociones, de que ésta le hable de sentimientos, de conflictos humanos sin haber sentido su creador nunca nada más que la presión de las teclas manipuladas.
Roland Barthes anunció la muerte del autor y hoy parecemos estar más cerca que nunca de esa sentencia. Si este crítico estuviera vivo hoy para saber de esto de hecho habría pensado que esta novela carece totalmente de vida propia, pues, para Barthes, la vida que toda obra literaria crea está basada en la relación que existe entre el escritor y el mundo. Nunca más agredida esta relación que en el caso que hoy comentamos.
Nos toca, pues, esperar que la traducción de esta novela llegue a estos lares y ver así qué sucede con ella en los escaparates de las librerías y también, para el caso de este maravilloso país, en los puestos informales de piratería cultural.